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viernes 26 de abril de 2024

Tokio 2020, los Juegos Olímpicos de la pandemia alejados de su esencia

viernes 13 de agosto de 2021
Tokio 2020, los Juegos Olímpicos de la pandemia alejados de su esencia
ceremonia tokio
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La premisa fundamental de los organizadores fue evitar un rebrote de contagios en Tokio y defender la idea de hacer unos Juegos seguros, pero el precio que pagaron los participantes fue muy alto.

Por Florencia Cordero (Enviada Especial a Tokio)

Desde el punto de vista de los atletas, la estancia en Tokio no resultó precisamente placentera desde el desgaste psicológico previo hasta el estrés inquietante durante el desarrollo de las competencias. Es cierto que los debutantes no dejaron de maravillarse con el despliegue de semejante acontecimiento global, pero los que ya habían vivido la experiencia olímpica captaron enseguida que Tokio 2020 iba a estar muy alejado de lo que son los Juegos en esencia. La imposibilidad de relacionarse y compartir espacios con otros deportistas de diferentes países, no poder interactuar con la vida cotidiana de la ciudad sede, no tener a la familia cerca en las tribunas, jugar sin público en estadios enormes, son situaciones que desterraron totalmente la posibilidad de que estos Juegos puedan ser considerados exitosos.

Es cierto que Tokio 2020 se hizo en emergencia y que no había otra forma de llevarlos a cabo que no fuera con las mencionadas restricciones, pero el objetivo de la organización y sobre todo de los políticos de defender la idea de que Japón podía demostrarle al mundo que era capaz de superar la adversidad los encegueció de manera tal que las condiciones de realización terminaron rozando el absurdo. La prohibición del ingreso de espectadores internacionales fue la medida más drástica y la más razonable para poder creer que los Juegos eran posibles, pero dejaron pasar la oportunidad de darle participación al ciudadano tokiota que quedó totalmente al margen de la cita olímpica y que hubiera sido un factor clave para humanizar los Juegos.

Estructuras gigantes con espacio de sobra y escenarios deportivos al aire libre podrían haber sido la muestra de que de manera organizada se podría haber permitido espectadores locales que, por una cuestión cultural, hubieran cumplido a rajatabla las normas de comportamiento que podían incluir distanciamiento, no gritar, no cantar, ni demostrar emoción alguna como público asistente a un espectáculo deportivo. La ausencia de hinchas representó haberle arrancado el alma de los Juegos a la gran cita olímpica. Y esa falta de interacción entre la "burbuja" y la gente provocó que todo lo que ocurriera en los estadios fuera simplemente una puesta en escena para la televisión con audio ambiente de murmullo para disimular el incómodo silencio de las tribunas vacías.

Los deportistas en general sintieron el desahogo de poder participar después de tanta incertidumbre y aunque todos pusieron su mejor esfuerzo para llegar al objetivo, en la mayoría de los casos la sensación fue tratar de procesar que la pandemia los alejó indefectiblemente de su mejor versión. La mentalidad de un deportista de elite tiene que estar 100% dedicada a su preparación y su desempeño. Está claro que coquetear con el contagio de COVID rogando que cada test diario arroje resultado negativo no es la situación ideal para esperar un rendimiento sobresaliente.

Sin intención de justificar la deslucida actuación de la delegación argentina, es necesario poner en contexto la situación de los atletas que transitaron la previa sin poder alcanzar una puesta a punto ideal que -en condiciones normales- incluye un roce internacional que en este caso no pudo concretarse. Ya instalados en Tokio, los representantes de nuestro país no sólo vivieron la incertidumbre de la pandemia sino también la indescriptible situación de carga emocional que implica no saber si el vuelo de regreso iba a estar habilitado para volver a Argentina de acuerdo a las restricciones vigentes impuestas por el Gobierno que limitó de manera arbitraria el ingreso de residentes por temor a la variante Delta.

Haber realizado los Juegos Olímpicos de Tokio tiene sentido sólo por respeto al trabajo de los atletas que se prepararon durante 4 ó 5 años, pero a través de la historia serán recordados como algo forzado que nunca pudo fluir de manera natural y que transitó en contramano a los valores esenciales del olimpismo.

 

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