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Roberto Dorado: el marplatense que vende buzones

martes 05 de octubre de 2021
Roberto Dorado: el marplatense que vende buzones

es una frase típicamente argentina cuando queremos decirle a alguien que lo han engañado. Sin embargo, para Roberto Dorado, un marplatense que se gana la vida reparando radiadores de autos en su pequeño taller de la calle Perú, los buzones forman parte de sus recuerdos de juventud y también un emprendimiento personal que mezcla un hobby con el trabajo.



"Cuando era joven trabajé en el Correo del Puerto, en la calle 12 de Octubre, como mensajero, repartíamos telegramas y cartas. Y después de hora hacíamos una changa: con un jeep pasábamos a buscar las sacas que estaban en los buzones con las cartas, las volcábamos en una canasta y volvíamos a poner las bolsas vacías dentro de los buzones. En esos momentos en la ciudad había más de cien."

 

Los buzones formaban parte del paisaje de las esquinas marplatenses, eran del tipo inglés  ( buzón pilar) de color rojo y los fabricaban distintas empresas metalúrgicas. La parte superior era de fundición gris y el cuerpo era un chapón de 16 mm de espesor doblado en forma de cilindro. Tenía sobre un lateral una puerta con una cerradura muy simple, del tipo espartana, muy precaria pero que cumplía su función en una época donde casi no existía el vandalismo. La gente compraba las estampillas, preparaba las cartas en sus casas y luego iba a tirarlas por la boca del buzón. Los empleados del correo pasaban todos los días a recoger los bolsones para enviar la correspondencia a los destinos indicados en el frente de los sobres.

El avance de otros medios de comunicación fue dejando en desuso a los buzones, que finalmente desaparecieron. Hoy solo quedan cerca de una decena en toda la ciudad. Pero por que desaparecieron? Cuenta Roberto: " Conocí a un señor de Balcarce que en un remate compró cien. El Correo los fue sacando y vendiendo al peso a los chatarreros."

La pasión de Roberto por los viejos buzones hizo que fuera comprando algunos para restaurarlos. Luego pensó que habría otras personas a las que también les gustaría y le encontró la veta comercial: mandó a construir una matriz del hongo ( la cabeza ) a una fundición de Tandil. Con el molde de esa pieza única ya estaba la etapa más complicada. Se rellena ese molde con una mezcla de metales que permite obtener una réplica perfecta del original, con un peso de aproximadamente 70 kilos. Luego se corta un chapón y se lo dobla en forma de cilindro para obtener el cuerpo. Soldadura, pulido y pintura completan el trabajo.



"Vendí un montón de buzones. Incluso en Corrientes, en Gobernador Virazoro hay una estancia que tiene dentro una réplica de una estación de ferrocarril, con una locomotora, vagones, todo lo que era de esa época. Y también una estafeta postal. Así que les faltaba un buzón y me lo encargaron. En Buenos Aires he vendido en algunos countrys y también un señor me compró varios porque es vidrierista y los alquila para adornar las vidrieras de los negocios."

Roberto, que lleva vendidos más de cuarenta buzones, habla de ellos y se apasiona. La misma pasión que lo llevó a devolver a la vida a otros objetos de culto: los viejos surtidores de combustible. Pero esa será otra historia.



 

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