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POSTALES DE PROVINCIA

Villa San Alberto: la increíble historia de la familia que se compró un pueblo

jueves 09 de mayo de 2024
Villa San Alberto: la increíble historia de la familia que se compró un pueblo

Muchas parejas sueñan con llegar algún día a comprar un terreno y construir su casa. Otros sueñan con alejarse de las grandes urbes y buscar la tranquilidad del campo para criar a sus hijos. Pero seguramente, a nadie se le hubiese ocurrido comprar un pueblo. Aunque parezca el argumento de una película, esto fue lo que ocurrió con Vanesa y Loris, una pareja de Laferrere que un día decidieron cambiar el ritmo de vida del conurbano bonaerense para buscar su lugar en el mundo lejos del ruido. Pero el destino les tenía preparada una sorpresa en un pequeño rincón de San Andres de Giles, a la vera de la Ruta 7: Villa San Alberto.

Vanesa Cappelletti, la protagonista de esta historia junto a su esposo Loris Giazzon y sus hijos Camila y Santino, dialogó con POSTALES DE PROVINCIA para contar esta particular historia, que comenzó allá por el año 2007. “Nosotros en ese tiempo trabajábamos de artesanos, entonces siempre andábamos recorriendo las provincias, los pueblitos, y siempre íbamos hasta Carmen de Areco donde había una feria en los días sábados. Entonces Loris, un día que viajó solo pasa por ahí y ve una esquina, ahí a la vera de la ruta. Era una casa antigua, como abandonada pero atractiva a su vista. Tenía un cartel de venta, así que a la vuelta paró y habló con la familia que vivía ahí. Le gustó, entonces dijo bueno voy a ir a buscar a mi señora y si le gusta, veo cómo voy a encarar esto, porque en esos momentos, económicamente era como que no podíamos mucho. Cuando yo llegué ahí, me gustó porque yo era de campo, yo soy de la Pampa, de Santa Rosa. Entonces, me imaginé a mis hijitos chicos ahí, porque Camila tenía cinco años y Santi tenía meses. Hablamos con la gente, le preguntamos cómo podíamos arreglar y nos dieron a pagar en cuotas. Compramos eso y nos pusimos a reformarlo un poco, a mí me encanta cocinar y así nos aventuramos a poner un restaurante, allí, a la vera de la Ruta 7, a unos diez kilómetros de San Andres de Giles.”

Así comenzó esta historia, con un parador al costado de la ruta, rodeado de campo. Solo había una escuelita cerca y una pequeña construcción de material, todo dentro de un predio de unas 8 hectáreas. Como seguían trabajando con artesanías criollas, fabricando cuchillos y otras cosas, comenzaron a pensar que con tanto terreno abandonado alrededor, al restaurante se le podría agregar algo más. “Empezamos a averiguar de quién era ese lugar y si le daban uso, nos contaron quiénes eran los dueños y allá fuimos hasta San Martín. Ellos primeros no estaban interesados en vender el lugar, pero un día nos llaman y nos dicen que sí, que nos van a vender. Fuimos nuevamente y preguntamos también cómo le podíamos pagar. Así que otra vez en cuotas comenzamos a pagar. Bueno, el tema fue que, en la última cuota, uno de los dueños abre un plano y ese plano estaba como todo subdividido. Le preguntamos qué era eso, entonces dice bueno miren en realidad esto no es un terreno de ocho hectáreas, esto es un pueblo. Imagínense la sorpresa, pues decíamos cómo un pueblo, o sea, ¿cómo se come esto? En el plano estaban marcados todos los lotes, las calles, hasta la plaza, pero nunca se había hecho nada.”

 

Allí comenzó a develarse el misterio. El abuelo de quien les vendió el predio había sido Alberto Espíl, quien se había ocupado de subdividir los terrenos, había levantado una escuela rural y también había donado el espacio para que se hiciera un oratorio; aunque el proyecto urbanístico quedó trunco y nunca se fundó como pueblo. Villa San Alberto nació en 1942 pero durante décadas no se hizo absolutamente nada. “Nos preguntamos ¿Cómo se refunda un pueblo? Nadie sabía absolutamente nada. Fuimos a hablar con el intendente de San Andrés de Gilles y le dijimos si nos ayudaría a llevar a cabo nuestro sueño, porque en realidad se había convertido en un sueño. Empezamos a aventurarnos en todo ese tema, a averiguar, a preguntar. Logramos que el intendente abra las calles pero había otro problema: ahí no había luz. Los terrenos tenían cada uno su escritura o sea, ya estaba todo hecho, solo que no se pobló nunca, así que había que buscar vecinos.”

Increíblemente, desde 1942 los dueños de esos 99 lotes no habían querido vender, y tampoco hubo muchos interesados. Tal vez fue el destino que estaba esperando que Loris y Vanesa llegaran a ese rincón del campo a reiniciar ese sueño.  Y así comenzaron a entusiasmar a otras personas. “Empezó medio como un boca en boca ahí en Giles y después llegó a a oídos de una inmobiliaria, que se interesó y vino a vernos. El tema era que tuvimos que averiguar si podíamos vender sin luz eléctrica y obviamente sí porque teníamos las escrituras. Apareció una familia de Buenos Aires, pero que su papá era oriundo de Giles. Ellos fueron nuestros primeros vecinos aventureros, la familia Sechi, gente que estaba buscando la tranquilidad, el mismo sueño de nosotros, de poder ver a nuestros hijos crecer libres sin ponerle horarios ni poner rejas. Lamentablemente hoy ya no tengo más a la señora, pero tenemos una calle en honor a ella que se llama La Esperanza.”

La llegada del Covid 19 a nuestro país hizo que mucha gente decidiera escapar de las grandes ciudades en busca de una vida más tranquila. “ Cuando comenzó la pandemia aquí vivía una sola familia. En el transcurso de la pandemia, comenzó a radicarse gente en San Alberto. Hoy hay siete familias viviendo todo el año y después hay otras veintialgo que vienen los fines de semana. La mayoría es como que lo tiene como un lugar de descanso, de recreo, de naturaleza.” Entre tantos audaces, un día aparecieron Natalia y Pablo, que para comprar un lote pusieron una condición: querían tener una pileta. “Ellos aparecieron en noviembre a comprar. Y le dijeron a Loris que si para el 24 de diciembre podían tener una piscina construida, hacían negocio. Así que tuvimos que buscar a la gente que la construyera, albañiles, estar presentes en la obra, y finalmente estuvo terminada para esa fecha. Así que el primer verano se instalaron junto a la pileta con una casita rodante.”  

Poco a poco el pequeño pueblo comenzó a tomar forma y a organizarse. Además de la apertura de las calles se consiguió que llegara la tan ansiada energía eléctrica. Hoy tienen conformada una asociación de vecinos donde se tratan los temas en común y se toman las decisiones. Por ejemplo, se pusieron de acuerdo para ponerle nombre a las calles. “Hicimos un asado entre todos los vecinos en mi casa en la esquina donde es la pulpería. Nos juntamos y empezamos a decidir cómo le queríamos poner. Y decidimos ponerle el nombre de lo que nos significa a nosotros San Alberto, o lo que significó hacer tu casita o lo que significó irte a vivir ahí o emprender una nueva vida en ese lugar. Así que tenemos la calle La Esperanza, La Perseverancia, La Porfiada, la Soñada o La Confianza. Después tenemos la plaza, que se llama Soldado Maciel, porque es uno de los ex combatientes que nació, se crió ahí y estudió en esa escuelita del lugar, la primaria Nº23. Había también en el terreno una pequeña construcción, que había sido la primera aula de la escuela y luego se intentó hacer un oratorio. Nosotros la reformamos toda y le dimos como una formita de capilla. Hace unos dos años más o menos un grupo de vándalos la destruyó así que estamos en tratativas para hacer todo de nuevo.”

Lamentablemente, en 2019 falleció Loris, pero dejó en Vanesa y sus hijos ese espíritu aventurero y emprendedor para seguir adelante. “Yo siempre digo que gracias a Dios él cumplió su sueño, lo llegó a ver, por lo que más luchamos fue por conseguir la luz y que lo reconocieran en Giles mismo como pueblo, hacer la primera fiesta patronal, el primer izamiento de la bandera en el mástil. Eso lo hicimos nosotros. En cada planta en la plaza está él, nosotros y las familias que hoy viven aquí. Por todos lados él está siempre presente, en donde mires, porque aparte siempre hacía de todo, cuando no estaba en la plaza estaba cambiando un foco, cuando no estaba acomodando las calles porque él tenía su máquina. Así que si estaba algo mal, lo arreglaba él. Vino a cumplir una función. Todo fue con mucho esfuerzo, pero por ese lado estoy muy feliz porque él pudo ver a su San Alberto iluminado.”

Hoy el restaurante que ellos abrieron está alquilado y se ha convertido en un lugar de encuentro. Son muchos los que se acercan por la Ruta 7 hasta el kilómetro 114, a una hora de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, a disfrutar del lugar, se hacen encuentros de motociclistas, autos antiguos, hay shows. Y seguramente muchos de esos visitantes pensaran que tal vez Villa San Alberto sea el lugar para encontrar la felicidad. Como lo define Vanesa en pocas palabras: “San Alberto es naturaleza y paz, que es lo que hoy buscamos la mayoría de las personas que viven en las grandes urbes.”

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