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Las rocas de la costa marplatense: escenario de leyendas y curiosidades

viernes 19 de febrero de 2021
Las rocas de la costa marplatense: escenario de leyendas y curiosidades
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El sistema de Tandilia es uno de los dos conjuntos serranos que existen en la provincia de Buenos Aires. Con una extensión de 300 km, recorre desde Sierras bayas, en cercanías de Olavarría, hasta Cabo Corrientes en Mar del Plata, pasando por los partidos de Benito Juarez, Tandil  y Balcarce. El partido de General Pueyrredón presenta el sector más elevado de este sistema de 2200 millones de años en la zona de Sierra de Los Padres.

Pero sin duda, hay un encanto especial en la zona donde las rocas dejan de estar en la superficie para internarse en las aguas del Atlántico. Es una de las postales más preciadas por los turistas la imagen de las olas golpeando salvajemente contra la costa en la zona de Playa Chica, el Paseo Jesús de Galíndez o el Paseo Aldao entre Punta Iglesia y Playa Alfonsina.

La reciente aparición de la estatua de una mujer sentada mirando el mar sobre las piedras que se encuentran frente al Parque San Martín y la gran incógnita sobre sus autores no hacen más que agregar un capítulo más a una serie de historias curiosas que tienen a todo este sector de la geografía marplatense como escenario recurrente. Desde su aparición, pocas horas antes del Día de los Enamorados, se ha convertido en un imán que convoca a diario a cientos de curiosos que hacen fila para retratarse junto a ella y compartir los más diversos y hasta disparatados comentarios.

Algunos aseguran que su autora es una profesora de arte de la Escuela Martín Malharro que ya no vive en la ciudad, otros ven en ella a una mujer que mira el mar esperando el regreso de un pescador y hasta algunos llegaron a decir ante el móvil de Radio Brisas que la estatua de noche desaparece… En fin, desde el sábado pasado ha adquirido tantos admiradores que hasta la célebre Alfonsina Storni  sentiría pena porque su monumento y el recuerdo de su muerte romántica y trágica unas cuantas cuadras más al norte, han visto opacada su popularidad.

Una casilla con vista al mar



A pocos metros del lugar donde se instaló la misteriosa figura femenina, sobre el extremo norte del hermoso Parque San Martín, se puede observar una curiosa casilla construída con maderas, chapas y  lonas prolijamente ordenadas debajo de un árbol y flanqueada por grandes rocas que asoman entre el verde del césped.

Desde el año 2016 vive allí  Enrique Christmann, un misterioso hombre de 73 años, con la sola compañía de su perra y a quien los vecinos de esa zona ayudan con comida y ropa. Según dicen nació en Inglaterra, luego vivió en Estados Unidos, se instaló en Buenos Aires y manejó una importante empresa. Una desgracia familiar ( la muerte de sus dos hijos ) cambió el rumbo de sus días, terminó perdiendo todos sus bienes y finalmente dejó todo para venirse a Mar del Plata.

En un principio se instaló durante varios años en la zona de Varese, sobre el Paseo Jesús de Galíndez, bajo la sombra de una gigantesca palmera. Cuando se realizó una importante remodelación de la Unidad Turística Fiscal de ese sector, Enrique fue obligado a dejar su lugar. Poco tiempo después recaló en su actual morada. De barba blanca y siempre bien aseado a pesar de no contar con cuestiones básicas como luz y gas, todo a su alrededor es un gran misterio. Hasta por qué ninguna autoridad municipal lo ha obligado a abandonar ese espacio público. Cambian los gobiernos y él sigue allí, cerca de las rocas y el mar.

El hombre de los gatos



Otra historia de soledad y misterio es la vida de Gustavo Trigos, “el hombre de los gatos”. Desde el año 2011 y hasta su muerte en mayo de 2019, este hombre flaco, desgarbado, de piel curtida por el sol y el aire del mar, de espesa barba blanca y profundos ojos azules, pasó todos esos años viviendo entre las rocas de la curva de Cabo Corrientes, algunos metros por debajo del paseo costanero.

No tenía prácticamente nada, solo sus 20 gatos, a quienes cuidaba como si fueran sus propios hijos . Había llegado con su familia desde Banfield cuando tenía 13 años y vivió en la zona de Formosa y Catamarca. Un día decidió abandonar la sociedad, sus obligaciones y sus comodidades. Fue hasta las rocas de la costa y decidió que ese sería su lugar en el mundo. Un colchón, algunas frazadas, un par de baldes y latas, unos pocos libros, una radio y una vieja reposera fueron los únicos elementos que ocupaban su improvisada cueva, donde las olas castigaban sin piedad cuando el viento soplaba fuerte desde el sur. Solo le importaba que sus amigos felinos tuvieran para comer. Y muchos paseantes de la costa que conocían su historia le acercaban a diario el sustento necesario.

Se ganó el cariño de mucha gente que lo visitaba a diario y charlaba con él, que subía por las piedras hasta el paredón. Ese era su límite. Una mañana, a los 54 años, su corazón dejó de latir en ese mismo lugar, rodeado de sus gatos. Poco tiempo después, más de 30 personas se acercaron a esas rocas para arrojar las cenizas al mar. Sus amigos de cuatro patas fueron encontrando hogares que reemplacen el amor de Gustavo.

Las piedras de Playa Varese

La vieja Playa de los Ingleses también tiene algunas historias curiosas. Durante la época dorada de La Feliz fue territorio de hoteles donde sus huéspedes prácticamente habrían una puerta y bajaban a la arena. Nada de eso queda hoy en pie.



Hasta los años 90, en Boulevard Marítimo 3333 entre Bolívar y Mendoza había un café que en algún momento se llamó “Las Velas” y que luego durante un par de años fue el CRU (Centro de Residentes Universitarios ). Fue lugar de encuentro de cientos de estudiantes de todo el país que llegaban a la ciudad para seguir una carrera y mitigaban la soledad compartiendo las guitarreadas y los bailes que se hacían en el lugar.

Un detalle sumamente original es que el “boliche” ( como lo llamaban ) estaba construido prácticamente dentro de la barranca original del terreno, por lo cual toda la pared del fondo eran las piedras al descubierto, por las que caía lentamente el agua, dándole un aspecto de caverna. Las posteriores remodelaciones que se hicieron  en el lugar terminaron por ocultar ese detalle.

El día que desaparecieron los graffitis

Justo a esa misma altura de la costa, pero sobre el paseo inferior, se extiende una larga pared de roca, salpicada por manchones verdes de la vegetación costera. Fue siempre un lugar elegido para que muchas parejas y familias dejaran pintados mensajes para mostrar su paso por estas playas.Era todo un desafío volver el verano siguiente y tratar de encontrar sus nombres entre otros cientos.

Pero hubo un día en que todos estos mensajes desaparecieron en pocas horas. El misterio quedó develado en pocas horas. Era el año 1997 y el director de cine Héctor Babenco, marplatense de nacimiento pero radicado en Brasil donde triunfó con películas como El beso de la Mujer Araña  y Carandirú, estaba en la ciudad filmando su nuevo proyecto. Se trataba del film “Corazón Iluminado”, protagonizado por Miguel Angel Solá, Walter Quiroz y Norma Aleandro entre otros.

Una de las locaciones para una escena era justamente ese sector de Varese, entre el espigón de esa playa y el Torreón del Monje. Como era una película de época, ambientada en la década del 60, no se podía correr el riesgo de que en el fondo de la escena aparecieran pintadas de fechas más actuales. Por lo tanto la producción contrató a varios pintores que con pintura al agua taparon todos los mensajes escritos sobre la barranca, simulando el color natural de las piedras. La toma duró unos pocos minutos y no hay certeza de que finalmente haya quedado en el montaje final.

Recuerdos de la Feliz



Desde su mismo origen, el hombre ha sentido la necesidad de dejar testimonios de su paso por la vida. Desde las pinturas rupestres en las cavernas, pasando por los jeroglíficos egipcios, las cartas escritas con plumas y tinta hasta llegar a los murales y graffitis con que los jóvenes de hoy expresan sus dotes artísticas.

Seguramente hay algún deseo íntimo de dejar para la posteridad expresado su amor por alguien o su estadía en un lugar. Y una vez más las rocas de la costa toman protagonismo convirtiéndose en una hoja en blanco donde dejar esos mensajes para siempre. En la mayoría de los casos, el incesante golpe de las olas va desgastando esas leyendas hasta hacerlas desaparecer.

Pero algunos, con una paciencia y caligrafía envidiables dejaron a punta de cincel y martillo sus nombres grabados para que algún curioso se detenga alguna vez a preguntarse qué historia se esconderá detrás de ellos. Si uno camina a paso lento entre los molinos de viento del Paseo de las Américas y los balnearios de la Perla irá descubriendo nombres que vencieron el paso del tiempo.

Pecorena, Schafer, Cattaneo, Caputo, Dandrea, son algunos de los visitantes que alguna vez disfrutaron de la Feliz y tallaron la piedra para que todavía hoy lo sepamos. Uno de los que se lleva las palmas es el señor Rogelio Fernández, que con buen pulso y buena letra, casi 106 años después nos recuerda que  estuvo aquí un 27 de agosto de 1915. Mientras tanto, el mundo sufría la Primera Guerra Mundial y el Dr. Victorino de La Plaza era el presidente de Argentina.

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