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Las plateas que La Peste se llevó

martes 08 de febrero de 2022
Las plateas que La Peste se llevó
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[caption id="attachment_362799" align="alignleft" width="315"] Por Raúl "Bigote" Acosta[/caption]

De una parte el tema del control sanitario. Que si. Que no. La foto de las playas con los adolescentes ululando, gritando y, al cabo, felices en la noche, sueltos de cuerpo, de vacunas y controles y animados de verano y veraneo, no marcan otra cosa que un extremo que tiene, en la otra punta, el ingreso a los teatros, a las grandes cocinas de los muchos y buenos sitios de comida donde se exige el control mediante tarjeta en mano, celular en copia, barbijo presente y temperatura en calma para entrar. Ni exageración ni susto: 8.000 jóvenes felices, al aire, sin barbijos y con sonrisas son un dato, eso: un dato. Que el escribano público labre acta para una debatida cuestión: barbijo vacuna, libreta, distancia, todo fenómeno pero…

No es cómodo vivir en una ciudad así porque el recuerdo de La Peste se vuelve presente en cada sitio de encuentro y, además, por razones estrictamente sanitarias. Hay contagios, hay internaciones, las largas colas para hisopados y chequeos dan números altos, altísimos, y eso se refleja en las crónicas periodísticas, en los veraneantes que deben quedarse en una mini cuarentena en su habitación o su departamentito, en la fiebre de los enfermos y el temor animal al contagio, porque debe decirse claramente: el veraneante mas visible de MDQ es el miedo al contagio, que en algunos es serio, en otros es rebeldía, en muchos desaprensión y descuido pero que nadie niega que existe, en todo caso se niega que importe mucho, pero nadie dice: no hay Peste. 

La Peste está y es parte de las resoluciones de la ciudad en transporte (tremendo problema) en los turnos extras en restaurantes, locales de ventas de ropa y turno extra para el dolor de muelas, el resfrío, la laringitis y la apendicitis. En los lugares sanitarios (públicos o privados) hay dos colas, las de los enfermos, mas claro, de los posibles pacientes de viejas y tradicionales formas de la pérdida del equilibrio (“la enfermad es una pérdida del equilibrio sicosomático” decía el viejo criterio de la Medicina social y Preventiva”)y la de los enfermos, hipocondríacos, simples asustadizos y parientes de enfermos asustadizos con el gran tema: La Peste. 

En mitad del verano puede decirse que el nuevo miedo ( ya se descree de esa frase: ”nueva normalidad”) acompaña las mochilas y el Factor 50 hacia la playa y las ojotas nuevas para salir a pasear, arrastrando los pies. 

Un punto de vista sobre el tema taxis. Hay 2200 patentes (siempre en números redondos) y durante la época dura de La Peste no se quedaron esperando la nada los choferes, emigraron a la construcción, al puerto, a cualquier parte, no había trabajo de peón de taxi. Hoy un simple cálculo puede ayudarnos a imaginar el problema que no-tie-ne-so-lu-ci-ón . ¿Se entiende?. 

Por quincena arriban 600.000 turistas, si el 5% quiere un taxi estamos hablando de 30.000 posibles pasajeros. Sumados a los habitantes permanentes y el uso de los mismos taxis en calles atoradas y con una reglamentación municipal elemental diferente y mas laxa para “El Servicio Impropio”, entre un particular y el Estado que en la zona de llanuras donde se vive tiene debates y principios de solución o, por lo menos, de castigos posibles mientras que MGP, Municipalidad de General Pueyrredón, no ha resuelto (el problema) ni lo podrá resolver, no es presunción, es pesimismo efectivo: no saben, no pueden, no hay como. 

En manos del capricho de los taxistas estamos pero cuidado, estamos hablando de 30/40 mil pesos de facturación día… en estos días. Quieren laburar todos los días todas las horas pero, ay, no se puede. No hay choferes, hay demanda, en fin: un lío inatajable. 

En la noche es un lío inatajable y conflictivo. En los que quieren ir al centro un desánimo, entre los que quieren llegar a las “zonas de recreatividad en lo alto de la nocturnidad” (despioles a las 02.00 del día) un lío inatajable, un  problema social y policíaco. Caminan las barras grupos de chicas y muchachos vestidos de madrugada, con sus tacos y sus ropajes (livianísimos) esperando llegar al sitio de diversión. Va de suyo que no hay tantos veteranos en los teatros y ya se sabe, el teatro es una cuestión de veteranos en la vida, los mas jóvenes a lo dicho: “zonas de recreatividad…”

Uno de los mas importantes hombres de teatro dice, en el tranquilo almuerzo de las 3 de la tarde (acostarse tarde tiene sus privilegios) …“ se entiende que el miedo el contagio ha sido visible en cada familia y debemos sumarle dos cosas, el costo de las entradas y la realidad nacional; todos queremos veranear, ir a un espectáculo, comer afuera y pasear, divertirse y ser un veraneante despreocupado, eso cuesta, no es barato, no es seguro, no es por muchos días… Usted suma y le dará mucha gente, muchos desplazamientos, un optimismo después de la tristeza de 2020/2021 pero esto recién empieza a soltarse. El primer balance es sencillo vamos saliendo… pero no hay meseta, hay altibajos y si esta es la meseta es un mal augurio y soy pesimista…” Respira, toma el café y sanciona: “ le digo mas, lo último, lo muy último en recuperarse será el teatro… tal vez un concierto al aire libre…jóvenes…” (Su mirada se pierde en el ayer, no en el mañana)

La información pura y dura sostiene. Nico y Bossi, el resto peleando. Muchos piensan: no vine a Mar del Plata a pelear. La están peleando. Nadie sabe donde están las plateas que La Peste se llevó. Busquen por el lado del miedo y del Siglo XXI, que voltearon la sábana del Siglo XX y sus vicios y virtudes. Un detalle a observar. Nico Vázquez y Bossi no representan – con sus espectáculos - ni teatro de texto ni nada que lleve a un pensamiento duradero…por algo será.

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