Historia de un taxi: viaja por toda América hace 10 años con un auto de 1931

A los 60 años, el mendocino Rubén Ramírez disfruta de su viaje insólito en un vehículo antiguo que restauró para salir a recorrer las rutas del continente. Va sin rumbo fijo pero apunta a llegar a Alaska.

El proyecto empezó hace casi 15 años cuando decidió acondicionar el viejo Chevrolet de su abuelo que -según los papeles- es de 1931. "Cuando nací, ese carro ya era viejo. Estaba tirado en el fondo", cuenta Rubén. Después de cuatro años de preparación, se lanzó a la ruta. El comienzo no fue fácil: fundió el motor dos veces y hasta se le partió el chasis, pero siguió adelante con su aventura.

Los caminos que fue desandando lo llevaron desde Mendoza a Buenos Aires, Río Cuarto, Chile y Tierra del Fuego. De ahí siguió por Argentina, Paraguay, Brasil (donde se quedó dos años), Bolivia, Perú y varios lugares más hasta llegar hoy a México. La pandemia lo obligó a parar en Nicaragua, pero luego siguió adelante y ahora piensa en llegar hasta Alaska. "No sería el final del camino, es una meta que me puse", afirma convencido mientras descansa en la ciudad de Puebla.



Su lugar de residencia sería Portugal, donde tiene su patrimonio, y allí encontró su lugar después de haber probado suerte en España cuando emigró por primera vez a los 25 años para probar suerte en las Islas Canarias. "A los 42 años dejé de trabajar. Alquilé mi casa, alquilé mi negocio y con eso me da para vivir tranquilo, sin tirar manteca al techo", comenta Rubén despreocupado en diálogo con Florencia Cordero en el programa Un Lugar en el Mundo de Radio Brisas.

El taxi que lo transporta no sólo es una joya antigua que se disfruta a simple vista. Es además un auto equipado con heladera y una cama tipo carpa que se acondiciona para dormir en cada lugar donde decida hacer una parada. "Este coche le saca una sonrisa a todo el mundo. Por donde paso quieren sacarse una foto. Llegué a sacarme 300 fotos por día. Empecé a publicarlas en el Facebook, pero era una locura y abandoné el proyecto", dice con una sonrisa al mencionar sus redes sociales a la pasada.



Y agrega: "Llama tanto la atención que a veces lo tapo con una lona porque me vuelven loco. Aparece gente por todos lados para preguntarte cosas. No te dejan comer ni ir al baño. Y hay días que uno no tiene ganas. Pero gracias a eso se te abren puertas".

En el recorrido le llegaron a ofrecer pagarle un hotel para dormir, llenarle el tanque, dinero o comida, pero su filosofía de vida es muy simple: no le interesa vivir para tener. "Hay que saber parar. La gente quiere, tener, tener y tener. Y después sos esclavo de lo que tenés. No todo es material. Estar en el medio del campo con un fueguito haciendo una comida en una olla quemada pero mirando las estrellas escuchando los bichos, no tiene precio", reflexiona en voz alta.

En una motivadora charla sin desperdicio, Rubén deja un mensaje contundente: "Todos los países tienen su parte linda y su parte fea. Hay que buscar la parte linda porque uno salió de viaje para estar contento y feliz. Todos los países son especiales. Yo me defino como un hombre del mundo. Tenemos banderas, pasaportes y nacionalidades, pero el mundo es de todos. Y yo soy del mundo".

Escuchá la nota completa con Rubén Ramírez en Un Lugar en el Mundo