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Hijo de campeón y cultor de utopías: Juan Darío Merlos, pasión por el ciclismo y conciencia social

viernes 25 de marzo de 2022
Hijo de campeón y cultor de utopías: Juan Darío Merlos, pasión por el ciclismo y conciencia social
merlos
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Nació en Mar del Plata, emigró muy joven a Estados Unidos para competir, pero no le fue bien. Decidió quedarse y tuvo que dejar la bici para adoptar una nueva profesión que -nunca imaginó- sería el sostén de su familia.

Por Florencia Cordero

A los 33 años, dejó todo lo que había construido con mucho esfuerzo en el exterior para retomar su sueño sobre dos ruedas y volver a su ciudad natal. Contra todos los pronósticos, se convirtió en campeón argentino, se sumó a la selección nacional y obtuvo la medalla de plata en los Panamericanos de Toronto 2015.

Darío Merlos vive actualmente en Lima, donde se desempeña como entrenador de la selección nacional de Perú de ciclismo y paraciclismo con la mira puesta en los Juegos Olímpicos de París 2024. Pero más allá de las metas profesionales, su máximo sueño y desafío personal es crear un Centro de Entrenamiento para acercar al ciclismo a chicos de Mar del Plata en estado de vulnerabilidad social.

Su vida familiar siempre estuvo signada por el deporte. Su papá, Juan Alberto Merlos, es uno de los ciclistas argentinos más destacados de la historia y uno de los pocos marplatenses que compitieron en Juegos Olímpicos. Hoy reconoce que ser “el hijo de Merlos” le jugó en contra como una presión autoimpuesta en el inicio de su carrera deportiva.

Sin embargo, supo hacerse camino en el ciclismo y en la vida con el apoyo incondicional de toda su familia. “Quizás podría haber sido mejor como ciclista. No cambiaría nada de cómo pasó. En el deporte como en el trabajo me fue muy bien en Estados Unidos y ese fue uno de mis logros. Pude ayudar mucho a la familia. Siempre tuve un poco de presión. Mi papá fue uno de los mejores ciclistas de la historia de la Argentina. Es siete veces campeón argentino, viajó a tres Juegos Olímpicos, es subcampeón del mundo, campeón de Juegos Panamericanos, campeón dos veces de Sudamericanos. Papá ha ganado un millón de cosas. La gente me decía que tenía que ser como mi viejo. Era casi imposible porque la vara estaba muy alta. Por otro lado, mi viejo me decía que tenía que divertirme. Era como yo, medio bohemio. Para él, los logros eran una anécdota. Le daba mucha importancia al rendimiento y las satisfacciones personales. Y había ganado todo y en casa yo nunca veía nada. Mi viejo regaló la medalla de subcampeón del mundo. Le agradezco siempre mucho a mi familia que me hayan llevado por el camino del deporte”, reflexionó Merlos emocionado desde Brasil durante un importante torneo de paraciclismo.

La mención a lo que representa la figura de su padre hace inevitable la angustia latente de su pérdida reciente. “Lo perdí a papá hace 8 meses por el Covid y yo fui muy compañero con él. Teníamos una relación muy especial. Éramos muy amigos y hablábamos mucho. Cuando estábamos a distancia también. Compartíamos la misma pasión. Me contaba cuando viajó. Era un fuera de serie. A los 17 años viajó a una olimpíada de élite. Fue a Tokio ´64 en un avión que era con hélices. Fue a México ´70 y a Munich ´74. Hemos pasado horas y horas hablando. Él fue mi único entrenador. Estoy intentando transmitir lo que sé que es todo lo que me enseñó mi viejo. Era un adelantado. Todo lo que se hace ahora él lo hacía hace 50 años”, contó visiblemente afectado.

Y recordó: “Los primeros años de carrera estaba más preocupado por entrenar que por estudiar. Me costó porque papá era muy conocido en el ambiente del ciclismo nacional e internacional. Todo el mundo me decía que tenía que ser como mi viejo. Lo decían como un cumplido, no para presionar. Pero uno es chico, débil psicológicamente. Y yo pensaba cómo voy a hacer para ser cómo él. Es más, estuve en una preselección para ir a un Panamericano y no quedé”.

Lejos de presionarlo, el consagrado Merlos nunca trató de imponerle nada a su hijo. “Un día vino mi viejo y me cantó la posta de la vida. Me dijo: ‘vos tenés que ser como sos vos. Ni mejor ni peor que yo. Tenés que ser una buena persona y un buen deportista. Y eso no quiere decir que ganes 10.000 medallas. Podés ser un mal deportista y ganar un montón de medallas y podés ser un buen deportista y no ganar ninguna medalla’. Me lo dijo en un contexto muy profundo y desde ese momento me saqué un peso de encima y empecé a disfrutar el deporte a full. Fui muy profesional y di el máximo”, expresó.

Su primera gran oportunidad para dar el salto de calidad en el ciclismo internacional no resultó como lo hubiera deseado pero el destino tenía preparado para él un camino inesperado. "Eran tiempos muy duros, había salido campeón argentino y panamericano, estaba de novio con mi compañera de toda la vida, ya teníamos a nuestro hijo más grande. Me sale una oportunidad para correr en Estados Unidos. Me voy con mi bolsito y mi bicicleta. Y mi sponsor, Carlitos Ochoa, que fue mi padrino deportivo y sigue siendo un gran amigo. Me sumé a las canteras de un equipo que era furor, había ganado el Tour de Francia, pero no me fue bien y me las tuve que rebuscar con otras cosas porque tenía una familia y un hijo que mantener", rememoró.

Así fue que se quedó en Estados Unidos pero con otros planes a la fuerza. "Tuve que laburar. Allá se trabaja mucho. Me mantenía ciclísticamente cuando podía y como podía. Fueron años muy sacrificados por el ritmo de trabajo que hay en Estados Unidos. No tenés tiempo para dormir la siesta. También allá se come mucha chatarra por los horarios. Lo bueno es que ya sabía inglés. Soy autodidacta. Aprendí en mi casa leyendo libros con mi abuela", recordó.

De qué vivir en Estados Unidos era la cuestión a resolver. “Los primos hermanos de papá son súper campeones en polo. Y ellos estaban viviendo en Wellington, que es como la capital del polo en Estados Unidos. Mi viejo los llamó y les contó: ´Mi hijo fue allá a correr en bicicleta y no le fue bien. Está varado en Boca Ratón’. Y le dijeron que me vaya para allá. Ellos estaban en West Palm Beach, donde vive Donald Trump. Fui y empecé a trabajar medio día con el polo y a la tarde pedaleaba, andaba un poco en bicicleta. Vivía de eso para mantener a mi familia”, afirmó.

“Después dejé los caballos de polo y me puse a herrar caballos. Me dediqué de lleno al herraje de caballos. Nada que ver con el ciclismo. Esa es mi profesión. Hago herraje correctivo y terapéutico de caballos de salto. Aprendí la profesión cuando empecé como traductor de un herrero italiano que se llama Gianluigi Poggiali. Él hacía clínicas y enseñaba nuevas técnicas en Estados Unidos. Yo le hacía la traducción técnica. Pasó el tiempo y me quedé trabajando con él. Aprendí a herrar caballos de salto y de adiestramiento. Esa es mi profesión y la amo. Pero en Mar del Plata no hay muchos caballos para herrar”, comentó entre risas.

La bicicleta había pasado definitivamente a un segundo plano, pero en pleno auge de su nueva profesión su vida dio un giro inesperado. Al respecto, recordó: “En una época dejé de correr en bicicleta porque tenía mucho laburo. El italiano se tuvo que ir por la salud de su mamá. Y me dejó todo a mí. Se fue a Italia, no volvió más y me quedé con 164 caballerizas. Eran caballos de 800.000 dólares. Me quedé errando caballos. Hasta que un día me llamó una persona que corría en bicicleta y quería probar suerte en Estados Unidos. Yo no lo conocía. Vino a mi casa, como invitado mío y ahí me empezó a picar el bichito de volver a entrenar en serio. Ganaba mucho dinero con el herraje. Mucho dinero. Pero parece ser que tenía más pasión por la bicicleta que por el dinero. Dejé todo, me puse a correr en bicicleta de nuevo y decidí volver a la Argentina”.

En la continuidad de su apasionante relato, confesó: “No estoy arrepentido. Mi viejo ganó todo, tuvo todas las posibilidades de hacer mucha guita, propuestas por el mundo y siempre fue súper bohemio y se quería quedar en Mar del Plata porque decía que no hay un lugar mejor. Y tenía razón. Yo conozco 36 países. Lugar más lindo que Mar del Plata no hay. Cuando surgió la posibilidad de volver, me preguntó: ‘A vos que te gusta?’. Yo ganaba mucha plata, pero mucha plata. Y le dije: ‘No soy feliz. Quiero correr en bicicleta’. Me contestó: ‘Largá todo y venite. ¿Cuál es el problema? Nosotros te vamos a estar apoyando’. Y volví a estar con mi familia y volví a andar en bicicleta. No sabía que iba a salir campeón argentino, que iba a entrar a la selección y que iba a viajar por el mundo. El objetivo con mi viejo era sentir la adrenalina de ir a correr campeonato argentino. Ir y largar. Tenía 33 años. Y al final volaba y nadie lo podía creer. Yo no conocía a nadie. Habían cambiado todas las caras. Todos chicos jóvenes. Fue bastante impresionante. Es la primera vez que cuento esto”.

En ese sentido, remarcó: “Es una historia que la saben muy pocos. Y todos me dicen que no conocen a una persona que haya hecho lo que yo hice. Y tampoco hay gente que haya vuelto tan grande al nivel que yo volví. Tenía 33 años y fui a la final con Maximiliano Richeze que estaba corriendo en Europa y era mucho más chico que yo. En el primer campeonato argentino que corrí ya me convocaron para la selección. Y de ahí no paré de viajar. No sé si tiene más o menos valor, pero sí sé que a mi costó mucho, mucho...”

Por eso fue tan especial subirse al podio en los Juegos Panamericanos de Toronto 2015: “Miré para atrás cuando gané esa medalla. Me costó mucho. En mi casa no vas a ver ningún trofeo ni ninguna medalla. De muy chico fui papá y nos costó mucho. Una época bastante dura económicamente. Tuvimos que emigrar. Podría haber tenido mejores logros pero yo volvía de entrenar y me tenía que ir a laburar. Un deportista de élite tiene que descansar tanto como entrenar. Y a mí no me tocó esa parte. Por eso cuando gané la medalla de plata en Toronto para mí tuvo un valor muy importante porque la gané de muy grande. Pero la más importante de todas fue el campeonato argentino que gané en 2017 con 39 años en Esperanza. Tenía mucho nivel respecto a mis contrincantes más jóvenes”.

Pero además de su pasión por el ciclismo, Juan Darío Merlos siempre tuvo una mirada comprometida con la sociedad y trató de hacer su aporte desde su lugar con la creación de un centro deportivo. “Volví a la ciudad y vi que es muy difícil agarrar nivel estando en Mar del Plata. Cuando fundé el Centro de Desarrollo del Ciclismo Bonaerense parecía una utopía. Fue una parte crucial en esto que recién estoy empezando. Tengo un predio con unas casitas que alquilo por temporada pero me agarró una de esas locuras y se me ocurrió traer chicos de toda la provincia para hacer ahí un centro de alto rendimiento con un grupo interdisciplinario. De cada localidad, la selección convoca a los mejores. Yo me enfoqué en el segundo mejor de cada lugar. Fue un proyecto experimental con 16 chicos de Olavarría, Chascomús, Lobería, Salto, Dolores, Azul... Vinieron, los hospedé ahí, hicimos tres concentraciones de 21 días y, de todo ese grupo, 8 son ciclistas de primer nivel. Uno de ellos es campeón argentino y se fue a Bélgica: Nehuén Erripa de Olavarría. Es difícil pero se puede. Dejé de alquilar mis casas para ayudar a estos chicos. Es más pasión que otra cosa”, admitió con orgullo.

Y agradeció especialmente al exciclista Gabriel Curuchet por su apoyo: “Lo tuve como referente desde muy chico, es un alto funcionario de la Federación de ciclismo, con una gran sensibilidad. No hubiera sido posible sin él que se ocupó de traer y comprar cosas para los chicos. También por la ayuda de panaderías El Cañón, Mariano García de Once Unidos y Andrés Espíndola que cedió su gimnasio para que entrenemos gratis”.

Por último, Merlos se animó a soñar en voz alta con su máximo anhelo: “Mi sueño sería tener un centro de desarrollo en Mar del Plata con el material que se necesita para los chicos, al estilo de la ONG Palestra. Poder hacerlo con el ciclismo. Eso me haría tan feliz. He visto en Mar del Plata muchos chicos en situación de calle y tantas cosas. Poder ayudar a los chicos de las villas, poder usar el velódromo. Es algo medio utópico, pero ese sería mi gran sueño. Y poder hacerlo en Mar del Plata. Tengo muchas ganas y estoy muy entusiasmado pero nadie es profeta en su tierra".



Escuchá la nota con Juan Darío Merlos en Un Lugar en el Mundo por Radio Brisas

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