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El deseo y la inmediatez

jueves 13 de abril de 2017
El deseo y la inmediatez

Nacemos desvalidos los humanos. Sin alguien que nos ayude, podríamos morir en pocas horas. Esta necesidad de abrigo y alimento nos hace seres dependientes de dos cuestiones: por una parte del alimento del cual se enlaza nuestra subsistencia; y a la vez, de un otro que lo provea.

Una relación apoyada en la necesidad, en el hambre y en el irremediable impulso de comer y crecer hace que nazca el psiquismo humano. Y esto gracias a que nuestra especie posee cualidades neurofisiologías que nos distinguen del resto.

Es en la espera por esa leche que no llega, ese abrigo que no aparece o ese dolor que no calma, donde se instala la semilla del deseo. El niño espera y alucina, espera e imagina eso que ya llegará, eso que necesita y aun no está ahí.

Y mientras se sucede este tiempo el amor y el cuidado le prodigan la red que lo sostendrá y que atenuará el dolor, el hambre o el frío a partir de la formación de un sistema complejo que lo hará pensante y humano.

Tenemos en nuestro tiempo una sociedad vertiginosa, en donde la inmediatez, el “ahora mismo”, el “lo quiero ya” están al orden del día. La demanda es imparable e imborrable. La conexión con las redes sociales viraliza el vértigo, el pedido o la insensatez.

Es más claro ver esto en un ejemplo: La crianza de nuestros hijos. En la mayoría de las veces se recita en una frase “quiero que sea feliz”. Y esto se liga de algún modo a este funcionamiento social y nos convertimos así en maquinas expendedoras, al pedido inmediato de los reclamos. Te lo doy ya, para que no te frustres, para que te calles, para que estés contento y feliz.

Y es así como el deseo no se instala, no aparece, porque ante la sola idea de algo, la urgencia lo invita a desaparecer. Recuerdo el relato de una paciente que tenía un desgano profundo en su vida, una tristeza distante y casi intocable que me decía de su madre “Mamá es la cuchara que aparece mucho antes de que abras la boca; es imposible darte cuenta si tenes ganas de comer, o ganas de algo”.

La inmediatez es muerte del deseo, la espera razonable la tierra fértil para que aparezca y se sucedan muchas cosas, un plan, un proyecto una expectativa para concretarlo.

Sujetos insatisfechos, sin posibilidades de saber qué quieren o qué pueden elegir; y otros que por no tener los cuidados básicos no pueden ni siquiera construirse adecuadamente con un psiquismo saludable.

Así estamos, perdimos el rumbo presos de un presente inmediato y urgente, esperar es caduco, insensato casi inmoral.

Y si como solemos decir los psicólogos que el deseo es “el motor de todas las cosas”, pues bien, el motor hace ruido, pero cuesta entender que es eso puro ruido. Se detuvo hace tiempo y aun no nos hemos dado cuenta.

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