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Como en un cuento de Sacheri: El día que Dios visitó De La Garma

sábado 14 de mayo de 2022
Como en un cuento de Sacheri: El día que Dios visitó De La Garma
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es un pueblo de aproximadamente 1700 habitantes que pertenece al partido de Adolfo González Chaves, a 35 kilómetros de la cabecera del partido y a 85 de Tres Arroyos.

José Arce es el actual presidente del Club Atlético Agrario, uno de los lugares por donde pasa gran parte de la vida social y deportiva del pueblo. En el año 1992 el club fue protagonista de una historia que parece sacada de un cuento de Eduardo Sacheri. Por aquel entonces, la Liga Tresarroyense de Fútbol les exigía ampliar los modestos vestuarios de su cancha para poder participar del campeonato. Había que buscar la forma de juntar fondos para realizar la obra. Se pensó en hacer una doma o un recital, hasta que en una charla en medio de un asado, uno propuso una idea descabellada.



 

En charla con Beto Mena en “Desparramando Cultura”, José repasó esta historia fantástica: Diego Armando Maradona pasaba sus días con su familia en el Balneario Marisol, a 140 km. de De la Garma, un lugar alejado de las multitudes, buscando la paz necesaria para volver al ruedo, ya que había sido sancionado por un caso de doping cuando todavía era jugador del Nápoli. Y uno de los muchachos del club planteó lo que parecía un imposible: Y si lo invitamos a Diego para que venga a jugar un amistoso?. En el balneario tenían un amigo, Pablo Bahía, que a su vez conocía al astro, así que se embarcaron en esa misión.

Llegaron a la playa y esperaron con paciencia su llegada. Cuando apareció Maradona con su gente, los muchachos se fueron acercando lentamente, casi sin poder creer que él estaba ahí, a solo unos metros. Vieron a su amigo y se animaron a encararlo. El momento no era del todo ideal: llegaron en plena discusión entre Diego y Coco Villafañe, su suegro, por un tanto dudoso en un partido de tejo. Se presentaron y le contaron su idea. Pablo, el amigo de la gente del club, les dio una mano al decirle: “ Y si armamos un equipo y le pintamos la cara a estos carasucias?”. Eso bastó para que el Diez les dijera: “Está bien, vuelvan en 20 días y les contesto”. Los representantes del club le plantearon su miedo: que pasaba si ellos anunciaban el partido y después no se hacía?. A lo que siguió la respuesta que todavía recuerdan. Le puso un dedo en el pecho al interlocutor y le dijo: “Si Diego dice que va, va…”

 



 

Llegó el 25 de Febrero de 1992 y los dirigentes esperaban ansiosos en la entrada del pueblo la llegada de la caravana de autos con los jugadores que venían desde el balneario. Epoca en que no había celulares, el alivio llegó cuando vieron aparecer la fila de vehículos encabezada por una camioneta manejada por el propio Diego y acompañado por su familia. De allí a la sede del club, donde compartieron una pequeña recepción, y luego, en un micro, rumbo a la cancha. Lo esperaban 3000 personas ( el doble de la población de De La Garma ).

Se cambió en el humilde vestuario del club, sentado en el mismo banco de madera que el resto de sus compañeros, y luego del partido no quiso ir hasta el hotel que le tenían preparado. Se duchó bajo los chorritos de agua que salían por los agujeros de un caño que atravesaba el vestuario de punta a punta y que el sarro se empeñaba en tapar.

El partido entre Atlético Agrario y Amigos de Marisol terminó dos a uno con gol de tiro libre del 10 que la clavó en un ángulo y que celebraron Claudia, Dalma, Yanina, Don Diego y la Tota, sentados en unas sillas colocadas al costado de la cancha.





 

Al terminar el cotejo, los privilegiados asistentes que se apretujaban contra el alambrado que rodeaba el campo de juego pudieron ver un gesto inolvidable del 10. Dio la vuelta olímpica saludando a la gente, con una sonrisa que denotaba una felicidad plena. Cuenta José Arce que era tanta la emoción que en la cena íntima que hubo después con los jugadores y algunos pocos directivos, nadie se dio cuenta de hacerle firmar una camiseta del Agrario. Hoy sería un tesoro de un valor incalculable. Solo quedó como recuerdo una pelota firmada que atesora José Luis Zamora, uno de los cuatro soñadores que viajaron a Marisol en busca de algo que parecía imposible.

Quedaron decenas de anécdotas que todavía hoy los garmenses recuerdan. Por ejemplo que no se animaron a jugar con la camiseta tradicional porque es muy parecida a la de River y tenían miedo que Diego se enojara, teniendo en cuenta su pasión boquense. O la increíble aparición de un italiano que se enteró de este partido, viajó hasta Buenos Aires y se tomó un taxi desde Ezeiza hasta De la Garma. Llegó al pueblo buscando un estadio, sin imaginar que el regreso del más grande iba a ser en una humilde cancha sin tribunas y como final de película, cuando Diego se enteró, lo invitó y se lo llevó con él a pasar unos días en su casa del balneario.

Hoy la gente de este humilde club de ese rincón de la provincia tiene, junto a cientos de recuerdos de esa noche mágica y unas pocas fotos y videos, el enorme orgullo de haber sido la primer cancha del mundo que lleva desde ese 25 de febrero del 92 un nombre celestial: DIEGO ARMANDO MARADONA.

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